jueves, 2 de septiembre de 2010

PAULO FREIRE Y LA PEDAGOGÍA DE LA LIBERACIÓN (I) y (II)



Por Rubén Capdevila

“Nadie educa a nadie,
nadie se educa solo,
los hombres se educan entre si,
mediatizados por el mundo”
(Paulo Freire)

Para entender a Paulo Freire y poder dimensionar la importancia historico-social de su obra es imprescindible inscribirlo en el amplio movimiento intelectual que, entre los años 60 y 70, surge como una fuerte contestación ante el sistema de dominación y opresión del capitalismo ejercido sobre la América Latina. Debemos traer a la memoria en este momento lo que fue el resultado de la reflexión de la Iglesia sobre la realidad latinoamericana hacia el año 1968 y que desembocaría en la llamada Teología de Liberación; recordar también la Filosofía de la Liberación de Enrique Dussel y, como coronario la Pedagogía del la Liberación o Pedagogía del Oprimido de Paulo Freire, de quien ampliaremos en este articulo.
Paulo Freire nace un 19 de septiembre de 1921 en el Barrio Casa Amarela, Recife – Pernambuco, criado en el seno de una familia peculiarmente religiosa: su padre era un espiritista y su madre, católica. En su juventud sintió un fuerte interés por dos temas que más adelante marcarían fuertemente su vida: la educación y la psiquiatría.
La realidad se presento muy diferente en el momento de tener que escoger una carrera universitaria ya que en Recife no había más oportunidades que ultrapasasen el Derecho, la Ingeniería o la Odontología. Así que muy pronto se encontró estudiando Derecho.
Apenas antes de consumarse su corto maridaje con la Abogacía, aparecía en su vida Elza Maria Costa Oliveira con quien compartiría 42 años de su vida. Fue precisamente Elza quien le impulsaría a tomar la decisión más importante de su vida. Según lo cuenta el propio Freire, su primera causa fue la más grande decepción de su vida: Volví para casa – cuenta – y Elza, mi esposa, pregunto: “¿Como te fue hoy en el escritorio?”. Esa es una pregunta que, de modo general, se burocratiza en las relaciones marido y mujer. Pero Elza no preguntaba burocráticamente. Conté a ella la historia y que había cerrado con eso mi carrera en la Abogacía. Ella rió, me beso y dijo: “Yo sabía que un día eso ocurriría. Lo que usted tiene que hacer es Educación.”
Hacia 1946 Freire fue invitado a trabajar en el Sesi, Dirección de Educación y Servicio Social de Industria, donde permaneció hasta 1956. En el Sesi, es donde Freire comienza a ejercer una fuerte labor pedagógica, comenzando por Seminarios de formación para Profesores y, hecho muy importante, realizando jornadas en las escuelas con padres y profesores para debatir la posibilidad de la supresión de los castigos violentos aplicados a los niños.
Es importante, sin embargo, apuntar que ya hacia el año 1947, Freire , había comenzado son sus primeras experiencias de alfabetización, a razón de lo cual para 1964, año en que fue invitado a dirigir el Programa Nacional de Alfabetización.
En muchos lugares, trabajando con campesinos, llegó a obtener resultados extraordinarios: en menos de 45 días un iletrado aprendía a “decir y a escribir su palabra”. Alcanzaba a ser “el dueño de su propia voz.”
Luego de un periodo de intensa labor de formación de alfabetizadores el plan para 1964, en vísperas del golpe de Estado, preveía la inauguración de 2.000 “Círculos de cultura”, que se encontrarían capacitados, ese mismo año, para atender aproximadamente a dos millones de alfabetizados, a razón de 30 por cada circulo, abarcando cada curso una duración no mayor de dos meses. Este plan se vio truncado con la caída del gobierno de Goulart.
Después de quedar 75 días preso en Recife fue transferido a Rio de Janeiro y luego dejado en libertad. Partió, entonces para un exilio de 16 años. Recién en el exilio pudo sintetizar toda su labor hasta ese momento en su libro “La Pedagogía del oprimido”.
En la primera etapa de su exilio fue a Chile, donde trabajó en el Instituto de Reforma Agraria, en educación para adultos. Años después viajo a Suiza donde trabajo como Consultor en el Consejo Mundial de Iglesias y profesor en la Universidad de Ginebra. Finalmente durante los años 70, Paulo Freire se envolvió en programas educacionales de varios paises como Guine-Bessou, Cabo Verde y Angola.
Con la Amnistía, Freire volvió para el Brasil. Fue contratado como profesor PUC – SP. En la misma época se torno uno de los fundadores del PT. En 1989 hasta el inicio de 1991 asume la Secretaría Municipal de Educación de la Prefectura de Sao Paulo. Para ese entonces ya había escrito dcenas de libros traducidos en innúmeros idiomas, recibido 28 doctorados honoris causa y lo más importante su método de alfabetización ya se había difundido e implementado en diversos países del mundo.
El Profesor Paulo Freire falleció el 2 de mayo de 1997 a los 76 años de edad, dejando su legado intelectual y ejemplo de vida militante a miles de latinoamericanos.


Paulo Freire y la pedagogía de la liberación (II)


En la primera parte de este artículo hemos esbozado algunos aspectos, los más resaltantes, de la vida de Paulo Freire; ahora nos atañe sólo hablar de algunas de las principales tesis de la pedagogía “Freiriana”.
Freire parte desde un análisis conscientemente crítico de la realidad y a partir de ahí la critica sistemáticamente toda estructura de la educación dentro del sistema capitalista. Decimos que su análisis es “conscientemente crítico”, pues, según él, sólo es posible transformar sustancialmente la realidad a partir del despertar de una conciencia crítica. Es radicalmente difícil cambiar, transformar las condiciones y los condicionamientos que subsumen al hombre desde un nivel de conciencia ingenua. De ahí la importancia de la educación en el proceso de la liberación, en el proceso de ruptura del pueblo. La educación no ha de ser, pues, un simple proceso mecánico de acumulación y transmisión de palabras. La educación verdadera es “praxis”, reflexión y acción del hombre sobre el mundo para transformarlo. Esto es lo que significa educar, especialmente, para las dolorosas condiciones de opresión y pobreza en que viven y mueren los latinoamericanos. Y no sólo esto, detrás de la pobreza se levanta la gran sombra de la ignorancia, del analfabetismo. No es en vano que Freire haya dado tanta importancia a la alfabetización. Pues, hay que entender que la conciencia del analfabeto es una conciencia oprimida y las más de las veces ingenua. Por tanto, alfabetizar no deberá ser simplemente otorgar mecanismos de expresión por medio de la enseñanza de la escritura y la lectura; es decir, hay que dejar de lado la “concepción ingenua de analfabetismo –dice Freire- que lo guarda como un absoluto en sí o como una “hierba dañina” que necesita “ser erradicada” (de ahí la expresión corriente: “erradicación del analfabetismo”) o también lo mira como si fuera una enfermedad que pasará de uno a otro, casi como contagio”. A esta visión tradicional del analfabetismo Freire opone una concepción más científica: “la concepción crítica del analfabetismo, por el contrario, lo ve como una explicación fenoménica, reflejo de la estructura de una sociedad en un momento dado”.
Es decir, el analfabetismo es el reflejo, es una consecuencia de ciertas condiciones sociales, económicas, políticas en las que está inscrito el sujeto. Por ello el proceso de alfabetización no puede ser un simple mecanismo de “depósitos de palabras” del educador en la conciencia “vacía” del educando. Este “deposito de palabras” no tiene nada que ver con la educación. Es una simple propuesta, “bancaria”, que es una domesticación antes que un proceso de transformación de la persona. Esta concepción bancaria en el presupuesto de que las palabras poseen un “poder mágico” en sí mismas, independiente a la experiencia del hombre que la dice y de las condiciones del mundo en que se desenvuelve.
Considerada de esta manera, la alfabetización (a la educación) no es más un proceso sistemático de la alienación.
La verdadera alfabetización, sin embrago, está basada en el derecho legítimo que posee el pueblo a decir su palabra. Alfabetizar es, por sobre todo, proporcionar las condiciones para que el educando pueda decir su propia palabra y con su propia voz pueda afirmarse como sujeto de derecho.
Pero alfabetizar es también y fundamentalmente concientizar. Es un proceso de comunicación. Según Sanders, comunicación significa: “…un despertar de la conciencia, un cambio radical de mentalidad que implica comprender realista y correctamente la ubicación de uno en la naturaleza y en la sociedad; la capacidad de analizar críticamente sus causas y consecuencias y establecer comparaciones con otras situaciones y posibilidades; una acción eficaz y transformadora. Psicológicamente, el proceso encierra la conciencia de la dignidad de uno: “una praxis de la libertad”.
Para Freire el método fundamental de la Pedagogía es el método dialógico, en oposición al método monologal, en el cual, la comunicación es unilateral, de educador a educando.
La palabra es sin duda el instrumento más importante para transformar el mundo; “decir las cosas es transformarlas”. Pero decir la palabra es decirlo para los otros y hacia los otros. He aquí pues, la palabra en su dimensión más importante: la dialogicidad. El diálogo es “el encuentro de los hombres en la búsqueda de la verdad”. Por eso la verdadera educación es el diálogo.
El diálogo es el método que propicia la superación de la contradicción educador-educando. Ya no cabe más la distinción entre educador-educando. No más educando, no más educador, sino educador-educando y educando-educador.
Pues finalmente:
* Nadie educa a nadie
* Nadie se educa solo
* Los hombres se educan entre sí mediatizados por el mundo.

Mamangá. Año 1. Nº 12. 19 de noviembre de 2003

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy interesante, gracias por la nota, me sirvió mucho.
Saludos.