lunes, 7 de abril de 2014

Viriato Díaz-Pérez y el movimiento intelectual en el Paraguay





Rubén Capdevila













Resumen



El ensayo restituye la figura del polígrafo español Viriato Díaz-Pérez narrando aspectos relevantes de su vida en España y en Paraguay, revisando y rectificando algunos datos biográficos y reconstruyendo su ideario político, social y filosófico, posicionándolo en la corriente modernista y como representante de la Generación del 98, y reivindicando aspectos desconocidos de su trayectoria política y de sus contribuciones valiosísimas a los procesos culturales y literarios del Paraguay.






Introducción



Escribir sobre la significación cultural, social y política de la figura de Viriato Díaz-Pérez –en adelante, Viriato– resulta una tarea harto difícil y complicada. No por carencia de datos, sino al contrario, por superabundancia, por diversidad, por multivariedad temática; pero además, porque se trata, precisamente, de interpretar no solo narraciones, discursos y textualidades, sino también de descifrar la trayectoria vital y existencial de un solitario, de un hombre que viviera de manera intensa su periplo íntimo, su espiritualidad clara y consistente, ante la mirada extraviada de dos culturas en malestar evidente: la española y la paraguaya.



Pensar en este tiempo en la trayectoria de Viriato, en sus coincidencias y divergencias, en sus encuentros y desencuentros, en sus aportes y lucubraciones al entorno cultural paraguayo implica, además, deshacer mitos, clarificar idearios, rectificar datos, hurgar en las mezquindades de la historia para desentrañar puntos de orientación y claridad, allí donde la emotividad y el romanticismo de las narrativas históricas desorientan y desarticulan todo esfuerzo por comprender con nitidez los discursos vigentes en la época y sus dispositivos.



Ante el desafío que implica dar un sistema al ideario y a la labor ejercida por Viriato, nos hemos propuesto, sin embargo, algunos objetivos de trabajo, y de manera accidental, alguna tímida hipótesis que se irá desplegando de manera trasversal a todo el ensayo.



Pretendemos, en primer lugar, identificar los principales paradigmas teóricos que influyen e inspiran su producción intelectual y también su ética, ya que es sabido que en Viriato no encontraremos explicación suficiente si no observamos su actuación en el mundo objetivo. Por otra parte, si bien este trabajo debiera dedicarse con exclusividad a sus aportes y trabajos en el Paraguay, hemos hallado razón –que será ampliamente desarrollada– para rastrear sus huellas en la lejana España de finales del siglo XIX. Muy al contrario de lo que hasta este momento se ha pensado, su producción entre los años 1895 y 1906, de su Período Español, supera en cantidad a lo producido en Paraguay, y en claridad en cuanto a sus contenidos, notable y definidamente modernistas. En esta línea, seguiremos el camino trazado por Juan Félix Larrea, autor de la obra Modernismo y teosofía: Viriato Díaz-Pérez. Y abordaremos la relación de Viriato con movimientos filosóficos y literarios, y su vinculación con algunos pensadores de la época, a quienes llamara en ocasiones “Maestros”, así como su adhesión a determinadas corrientes estéticas y filosóficas, ya evidenciada en sus primeros escritos.



En segundo lugar, pretendemos bosquejar su ideario político, por un lado, algo que es inédito hasta el momento y ya explicaremos por qué; y por otro, su ideario estético y filosófico. Considerado este el trabajo más difícil, en cuanto que su obra, hoy casi totalmente editada –gracias al trabajo incomparable y delicado de sus hijos Haydée, Fernán y Rodrigo–, no deja de ser sumamente dispersa en el tiempo así como en los temas abordados, y en muchos casos de muy difícil lectura y contextualización.



Debe entenderse desde ya que la erudición de don Viriato, tantas veces evocada e invocada, no es un dato nimio y accesorio de su historia, sino algo evidente y vigente en su trabajo. Esta profunda erudición le ha llevado a escribir sobre casi todas las áreas del saber humano y los más insólitos temas: filosofía, filología, estética, esoterismo, teosofía, religiosidad, astronomía, historia, matemáticas, geología, botánica, urbanística, arquitectura, arte, literatura, higiene, ecología, deportes, erotismo, viajes, etc. Muchos de estos temas los ha abordado de manera tan metódica y sistemática que, a pesar de ser publicaciones periodísticas, más tarde se han convertido en libros.



Hecha la salvedad, bastará decir, por ahora, que gran parte de su producción de contenido político ha quedado perdida, por un buen tiempo, en periódicos republicanos de la época (1895-1906), como El Motín y El País, así como las noticias de su militancia política, en la misma línea de su padre, Nicolás Díaz y Pérez. Notablemente, sus posturas y discursos de contenido político, ya en el Paraguay, han sido sistemáticamente ignorados, y se ha querido ver, en el supuesto silencio de Viriato, una actitud conservadora.



En tercer lugar, abordaremos todo lo referente a la labor y los aportes de Viriato al desarrollo del movimiento intelectual paraguayo (el ímpetu dado para la conformación de la primera tertulia literaria y la introducción como precursor de corrientes como el modernismo y la teosofía), sus aportes al esclarecimiento y descubrimiento de determinados elementos de la cultura e historia paraguayas (su trabajo como promotor cultural, crítico de arte y defensor del patrimonio cultural del Paraguay), su actuación en los ámbitos académicos (su tarea de docente de la educación secundaria y universitaria) y su ingente participación en la consolidación de importantes instituciones de la cultura nacional.



Estos, pues, serían los tres grandes objetivos trazados para este estudio. Tenemos además la ambición de volver a posicionar una hipótesis ya postulada por importantes investigadores como Juan Félix Larrea López[1] y María Pilar Celma Valero[2], quienes encontraron en Viriato a uno de los personajes más típicos del modernismo español. Es más, se arriesgan a colocarlo en el lugar de precursor. Por un lado, Larrea lo dimensiona desde el punto de vista del orientalismo y su precoz incursión en la teosofía (en el año 1892), que tan profundamente influencia a Rubén Darío y Lugones; por el otro, Celma Valero posiciona su tesis doctoral como un verdadero “manifiesto modernista”, en el que Viriato vertiera ya todas aquellas ideas que había venido esbozando en varios artículos publicados en periódicos y revistas de la época. Como veremos más adelante, Viriato habla ya en 1895 de temas modernistas, con un lenguaje modernista, cuando Rubén Darío aún no tenía puesta la mirada en España.



Esta primera hipótesis formula que, tal como lo indican los autores citados, Viriato Díaz-Pérez es una de las figuras precursoras del modernismo español de finales del siglo XIX y que, desde el punto de vista de la crítica literaria y el ensayo, supo identificar y valorar, como en el caso de Valle-Inclán, los primeros tanteos de la prosa modernista. Así mismo, y salvando los errores por omisión en muchos textos nacionales, formulamos que es Viriato quien trae esta visión modernista al Paraguay y la trasfiere a la experiencia conocida como “La Colmena”, así como también supo ver ya en 1903, en su ensayo sobre El movimiento intelectual en el Paraguay, los primeros esbozos de la modernidad, factor que, sin lugar a dudas, le ha convocado desde un inicio a conocer estas tierras.



La segunda hipótesis se relaciona con una afirmación, muchas veces invocada, de Augusto Roa Bastos, discípulo confeso de Viriato. Esta afirmación que pudiera, prima facie, resultar un tanto riesgosa, aparece en el prólogo a la edición del libro Coronario de Guido Boggiani, reeditado en 1977. Allí, Roa Bastos postula que Viriato Díaz Pérez es el descubridor de la realidad histórico- cultural del Paraguay, así como Barrett lo es de la realidad político-social. Trataremos de realizar una suerte de exégesis y una fundamentación de esta hipótesis a lo largo del texto.



Ambas hipótesis irán siendo lo suficientemente argumentadas, pero seguirán sus trayectos de manera trasversal. En cierto sentido, toda la trama argumentativa del ensayo girará en torno a estas dos hipótesis.



Finalmente, por una cuestión pedagógica, hemos tratado de dividir en por lo menos tres períodos la obra de Viriato:




El Período Español. De 1892 a 1906: caracterizado por ser un período de exploración, de militancia, de formación y de consolidación ideológica y conceptual;


El Período Paraguayo de adaptación. De 1906 a 1926: es el período en el que Viriato se consolida en su laboral intelectual, cultural y social, y concluye con dos acontecimientos: el fallecimiento de su esposa, Leticia Godoy, y el logro de la ciudadanía paraguaya;


El Período Paraguayo. De 1927 a 1958. Período en el que ya no piensa en volver a España y habrá de dedicarse más intensamente a la docencia, en especial desde los años 30; a criar a sus hijos y finalizar algunos trabajos para su publicación. En esta etapa, Viriato se dedica, además, a dictar un gran número de conferencias.



 


Algunos datos biográficos



 

Existen suficientes trabajos sobre la vida de Viriato. Prácticamente todos los volúmenes de sus Obras completas contienen valiosísimos datos, detalles de su vida, de su personalidad y de su labor tanto en España como en Paraguay. Una de estas obras es la escrita por doña Josefina Plá en el año 1993, que se constituye en la obra más extensa y más estrictamente biográfica que se ha hecho sobre Viriato. Es un trabajo realizado con gran esfuerzo y a contrarreloj, por lo que no está exento de errores u omisiones. Con un estilo narrativo tendiente a la novela, casi con el mismo tono nostálgico de El espíritu del fuego[3], doña Josefina aporta datos importantes sobre los orígenes de las familias Díaz-Pérez y Campos Cervera, ambas vinculadas por las líneas maternas, y clarifica aspectos de la historia de ambos apellidos que, hasta ese momento, gravitaban en una nebulosa.



Sobre los orígenes de don Viriato, hay mucho que escribir. El solo hecho de estar investido por el nombre del gran héroe celtíbero, formador de la nacionalidad Ibérica o, como el propio Díaz-Pérez lo bautizara, “el representante de la indignación de toda España”[4], ya nos habla del entorno en que nace y va desarrollando su carácter y su identidad.



Viriato Díaz-Pérez y Martín de la Herrería nace en Madrid en el año 1875. No fue bautizado y habría de crecer en un ambiente anticlerical y antimonarquista. Su padre, don Nicolás Díaz y Pérez y de los Ríos (cuyo nombre masónico era Viriato), célebre político republicano y masón de la primera hora, fue Cronista Oficial de Extremadura e Hijo Predilecto de la Ciudad de Badajoz. Gran luchador por los ideales democráticos y republicanos, participó activamente de la vida política de España en ese corto período que se conoció como la Primera República, junto con Pi y Margal, Emilio Castelar, José Nakens, Salmerón y otros. A él se debe, según parece, que la gloriosa bandera nacional no fuera sustituida por otra, en el período de la Primera República, en el año 1873.



Fue además, don Nicolás, un prolífico escritor. Su producción periodística es abundante y encendida. Publicó, en vida, más de 30 obras, casi todas ellas dedicadas a la historia de Extremadura. Una de ellas es sobre la historia de la Masonería española, otra sobre los jesuitas, una interesante obra en torno a Giuseppe Mazzini, sobre literatura portuguesa, etc. De su producción literaria, podemos destacar Bandera negra. Leyenda en verso, del año 1860, y Ecos perdidos, de 1881. Se declara gran admirador de Sanz de los Ríos, a quien conociera personalmente y de quien recibiera gran influencia, en especial en cuanto a su filosofía de la historia. Aunque no recibiera formalmente la doctrina krausista, don Nicolás era, por sobre todas las cosas, un autodidacta.



Un dato de gran importancia se relaciona con su actuación dentro de la Masonería española. Iniciado en Portugal durante su primer exilio, de regreso a su país formó parte de por lo menos tres logias: Fraternidad, Comuneros y Antorcha. Escribió la primera Historia de la Masonería española. Fue el impulsor de un movimiento de renovación dentro la Masonería en ese país, promoviendo y motivando la inclusión de las mujeres dentro de la fraternidad. Esta tarea fue acompañada por su esposa. Llegó alGr. 33 y fue Venerable Maestro en la logia madrileña Comuneros de Castilla, además de otros títulos.[5] Ya antes de su ingreso a la Masonería, Nicolás había formado parte de una de las sociedades carbonarias, denominada El Falansterio Directorio de la Asociación. Esta era una de las tantas sociedades secretas de España que “mantienen estrechas relaciones, principalmente con las sociedades italianas lideradas por Mazzini y Garibaldi”.[6]



Emilia Martín de la Herrería, madre de Viriato, considerada una precursora del feminismo español, se destacó también como escritora y periodista. Aunque por el momento es muy poco lo que hemos hallado en el archivo de la familia Díaz-Pérez, sabemos gracias a estudios masónicos que ha escrito y traducido textos con un importante contenido de reivindicación feminista, como los publicados en El correo de la moda. El tema que circula por estos trabajos, en especial por las traducciones de textos deliberadamente seleccionados, es “la búsqueda de una identidad femenina que fuera asumida primero por las mujeres y al mismo tiempo reconocida socialmente por los hombres”.[7]Doña Emilia es muy elogiada y apreciada en el ambiente masónico de Badajoz. Se le debe a ella la reorganización de las Logias de Señoras, y su ingreso y actuación en la Masonería española tiene una gran significación. Alcanzaría el Gr. 18 de la Logia Comuneros de Castilla.



La vinculación de la familia de Viriato con el Paraguay se daría precisamente por la línea materna, específicamente con la rama de los Herrería. Nos referimos a Aurelia Cervera de la Herrería, esposa de Cristóbal Campos y Sánchez, hija de Leonor de la Herrería, hermana de la abuela de Viriato. De esta unión nacería la familia Campos Cervera, que daría al país prestigiosos nombres en las artes y en las letras[8], como el poeta Hérib Campos Cervera (H) y el célebre ceramista Andrés Campos Cervera (Julián de la Herrería).



Otro aspecto que habría de tener gran repercusión en el entorno masónico y extremeño tiene que ver con la unión entre Nicolás Díaz y Pérez y Emilia Martín de la Herrería, en el año 1871. Es considerada esta una de las primeras uniones civiles, ya que hasta 1931, ningún matrimonio se hacía al margen de la Iglesia. Sin embargo, existió un período de excepción entre los años 1870 y 1875, en épocas de la proclama de la Primera República.



De este matrimonio, y en el fragor de la militancia, habrían de nacer tres hijos: Viriato, Trajano y Alicia, y un cuarto hijo que falleciera de manera muy prematura. Consolidada la familia, se trasladan a Madrid, donde Nicolás actuaría hasta el final de sus días, en el año 1902.



Hacemos mucho énfasis en datos relacionados y traídos de la Masonería por la importante cantidad de información que registran y porque consideramos que la adopción de Viriato por esta logia dejaría en él una huella imborrable.



Viriato ingresa a la Masonería tempranamente, siendo adoptado como lowetón, por la Logia Comuneros de Castilla N.° 289, el 29 de setiembre de 1886, con nueve años de edad.



Para el año 1895, prácticamente toda la familia Díaz-Pérez está incorporada a la Orden, militando en la Logia Comuneros de Castilla, compuesta de 11 integrantes, “siendo su Venerable Maestro Nicolás Díaz y Pérez, Viriato, Gr. 33, y junto al resto de miembros figuraba con el cargo de limosnera Emilia Martín de Díaz y Pérez, Esther, Gr. 18; era secretario Viriato Díaz Martín, Ariosto, Gr. 18, hijo de ambos y se añadía al cuadro otra hija como lowetona Alicia Díaz Martín, Democracia”.[9]



Probablemente, inicia sus estudios secundarios en Madrid, teniendo en cuenta que para el año 1887, ya se encuentra instalada la familia en la Capital. Se gradúa como bachiller en el Instituto Cardenal Cisneros entre los años 1890 y 1891, instituto que se convirtiera desde el año 1868 “en el laboratorio pedagógico donde krausistas y demócratas experimentaron los ideales educativos deseados”.[10] El propio Sanz del Río, introductor del krausismo a España, ejerció la cátedra en este instituto, así como muchos otros célebres intelectuales como Urbano González Serrano, maestro de Viriato y más adelante compañero en la revista Helios.



Inicialmente, Viriato se siente atraído por las ciencias jurídicas, por lo que se matricula en la Facultad de Derecho, en la entonces Universidad Central de Madrid. Muy pronto decidiría tomar otra carrera, solicitando su ingreso a la Facultad de Filosofía y Letras, “solicitando a la vez que se le exonere, conforme las disposiciones vigentes, del examen de asignaturas ya cursadas en la Facultad de Derecho…”[11]



Adquiere el grado de Licenciado en Filosofía y Letras en el año 1899, y en noviembre de 1900 defiende su tesis para acceder al Doctorado. El título de la tesis es Naturaleza y evolución del lenguaje rítmico, y obtiene con ella la calificación de Sobresaliente, nota muy importante, teniendo en cuenta el corto tiempo que tardó en presentarla y la novedad del tema. Pero más adelante dedicaremos unas líneas al análisis de este importante trabajo, digno de ser estudiado con mayor detenimiento.



En este período académico, Viriato ha tenido importantes maestros, aunque en discrepancia con algunos de ellos, como es el caso de Marcelino Menéndez y Pelayo, a quien admiró, aunque no compartiera muchas de sus ideas. Otros, como Francisco Codera y Zaidin, célebre arabista, que despertara su interés por las lenguas semíticas; Francisco Giner de los Ríos (discípulo de Sanz del Río), difusor del krausismo en España y fundador de la Institución Libre de Enseñanza. Aunque no sabemos si Viriato frecuenta las aulas de este último, se sabe que Giner de los Ríos imparte clases en la Universidad Central de Madrid. Viriato hace referencia además a Morayta, Salmerón y Urbano González Serrano, personalidades más cercanas por estar vinculadas a la lucha republicana. Se considera también discípulo de Estanislao Sánchez Calvo, filósofo y filólogo avilesino, que falleciera en 1895 y que fuera“ignorado y perseguido por la ortodoxia inquisitorial, pero reconocido por los científicos franceses y alemanes, y que han continuado sus valiosísimos descubrimientos lingüísticos y etnológicos”.[12]



Al momento de ser investido con el título de Doctor, Viriato es ya un conocido escritor y viene produciendo profusamente desde el año 1892. Es precisamente en este año cuando entra en contacto e ingresa a la Sociedad Teosófica Mundial, fundada por Helena Petrovna Hans Blavastky en el año 1875. Este acontecimiento es, seguramente, uno de los más importantes en la vida de Viriato, ya que la teosofía será desde ese año su filosofía de vida. Muchos grandes escritores y artistas como Rubén Darío y Leopoldo Lugones se integrarán más tarde a esta sociedad.



Viriato es considerado uno de los teósofos más importantes junto a Montoliú, Xifré, Treviño y Mario Roso de Luna. Y ya en el año 1893, aparecen sus primeras publicaciones en la revista Sophia, órgano de la Sociedad Teosófica Española. Viriato tiene en ese momento 18 años de edad y su trabajo es el de un intelectual.



Entre los años 1893 y 1906 colaborará de manera constante con las más importantes revistas y periódicos de la época, ya sean estas de contenido modernista, teosófico, de la Generación del 98 o republicanos. No nos extenderemos demasiado en detalles sobre estos medios, pero sí ofreceremos un listado, de suerte que se tenga una noción del tamaño de su producción en estos años:




Sophia (1893 – 1932)


El Álbum iberoamericano (1891- 1909)


El Ideal


El País (1887 – 1921)


El Motín (1881 – 1924)


Gente vieja (1900 – 1905)


Alrededor del mundo (1899 – 1930)


Alma española (1903 – 1904)


Juventud (1901)


Electra (1901)


Helios (1903 – 1904)


Hojas selectas (1902 – 1921)


La ciudad lineal (1894 – 1931)


La España moderna (1889 – 1914)


El Globo (1875 – 1932)


La vida galante(1898 – 1905)


Blanco y negro (1891 –1939)


El Pentagrama


Boletín musical (1893 – 1918)



Pero su trabajo no se reducirá a la pura colaboración intelectualista. Viriato es, además, un militante. Escribe y milita, junto con su padre, por los ideales republicanos en El Motín, de José Nakens. Su nombre aparece no solo firmando artículos, sino en manifiestos de protesta. Dirige durante por lo menos cinco años la revista Sophia, y por un período importante La ciudad lineal, de Arturo Soria y Mata, donde se refleja su militancia ecologista de inspiración fundamentalmente ruskiniana. Colabora activamente con las revistas Juventud, Electra y Helios, donde fraguan sus ideales los integrantes de la Generación del 98 y los primeros modernistas españoles, entre los que se encuentran Juan Ramón Jiménez, Ramiro de Maetzu, Azorín, Villaespesa, Valle-Inclán, Baroja, Benavente, Unamuno, los hermanos Machado, Salvador Rueda, el propio Rubén Darío, entre otros. En El alma española, su nombre aparece cercano al del rebelde y liberal Giner de los Ríos, promotor del krausismo español.



En el año 1895 se registra la publicación de su primer libro, La India, obra completamente agotada y perdida. Hasta la fecha, solo hemos encontrado referencias acerca de la misma, pero no hay copias en el archivo y biblioteca de la familia.



“A los 20 años [Viriato] se ha conseguido un nombre como periodista y puede subsistir económicamente. No es un clásico estudiante español calavera y bohemio”.[13]



Realiza una gran cantidad de traducciones para las diversas revistas y periódicos con que colabora. Desde muy temprano tendrá gran facilidad para las lenguas, al igual que su madre, que le dicta clases de francés en sus horas libres. Traducirá varios libros de contenido teosófico para la editorial Maynade. Pero lo más importante: Viriato realiza la primera traducción al español, en el año 1900, de las dos obras más importantes del sabio esteta inglés John Ruskin: Las siete lámparas de la arquitectura y La corona de Olivo Silvestre, convirtiéndose de esta manera en introductor de Ruskin, tarea que concluirá años más tarde (1908), al ser el primero en dedicarle un tratado.



Se encuentra también realizando traducciones del sánscrito, y se adelanta a Roso de Luna (el más célebre de los teósofos españoles) en traducir la obra de Blavatsky. Viriato forma parte de una importante tradición de sanscritistas españoles. Discípulo de Juan Gelabert[14], quien habría dejado aprendices cultivadores de lo esotérico, entre los que se referencia a Viriato Díaz-Pérez.[15]



Aunque Viriato ya tuviera contactos con Paraguay, en especial con su primo Hérib Campos Cervera (P), y aparentemente por intermedio de él, formaliza sus relaciones con este país al ser nombrado Cónsul General del Paraguay en Madrid, en el año 1902. Según parece, por noticias del Ministro Plenipotenciario en Paraguay, el Rey Alfonso XIII signa el nombramiento el 11 de setiembre de 1902, pero cuestiones burocráticas en el Paraguay demoran hasta el año 1903 la oficialización en dicho país.



En el año 1904, aparece reproducido en la Unión iberoamericanade Madrid el estudio Movimiento intelectual en el Paraguay, que se constituye en el primer estudio sobre el tema para el público europeo. Lo firma Viriato Díaz-Pérez, Cónsul General del Paraguay en Madrid. Más adelante, analizaremos la importancia de este estudio.



Viriato ya ha transitado mucho por la España cosmopolita, por la agitada Madrid, pero también se ha lanzado a explorar la España ignorada, la España desconocida, y descubre las Hurdes y Batuecas[16]. Su trabajo es el de un explorador, el de un arqueólogo; su mirada fotográfica es la de un esteta ruskiniano, y su escritura es modernista.



Para el año 1905, Viriato se ha quedado solo.Han fallecido sus padres, su hermano Trajano ya se ha casado y vive lejos, y su hermana Alicia, toda espíritu y toda nervios, se había casado con Hérib Campos Cervera y emigrado al Paraguay.



En este período, aparentemente su vida en Madrid se había vuelto muy agitada, y Viriato viaja a Francia, donde ejercerá la cátedra en el Berlitz School de Burdeos. Es un período corto, en el que además dicta conferencias y establece relaciones. En este breve lapso, conoce a una joven y bella profesora de la escuela de Berlitz, llamada Teresa Egmont. Esta es una de las primeras mujeres que aparecen vinculadas a Viriato y su vida sentimental; de esta relación nacería un hijo que falleció muy prematuramente, hecho del que tendrá noticia estando ya en Paraguay.



Luego de su corta estadía en Francia (aproximadamente seis meses), Viriato regresa a Madrid, a su domicilio de la calle Marqués de Urquijo, 18. Constata que han desaparecido algunos de los ejemplares de su valiosísima biblioteca, lo cual habría de enemistarlo con un conocido intelectual de la época.



Muchas son las probables razones por las que Viriato decide aventurarse a viajar al Paraguay. Sabemos que en el año 1903, su hermana Alicia, casada con Hérib Campos Cervera, viaja al Paraguay, donde se establece, y en el año 1905 ya es madre. Es muy probable, como lo escribe Josefina Plá, que la nostalgia y los fuertes lazos de afecto paternal –había quedado a cargo de sus hermanos luego de la muerte de sus padres– que le unían a su hermana, sumados a ciertas situaciones afectivas no muy gratas, hayan influenciado muy fuertemente en esta decisión. A esto debemos agregar que el propio Campos Cervera había iniciado una intensa campaña epistolar para convencer a Viriato sobre las oportunidades que un intelectual de su envergadura tendría en el Paraguay.



Por otra parte, no es escaso el interés que ha despertado el Paraguay en el espíritu de Viriato; ya ha entrado en contacto con Manuel Domínguez, a quien admira y llama de “Maestro”, y ha demostrado gran interés por la obra sobre la Atlántida del doctor Diógenes Decoud. Domínguez también le escribirá para traerle al Paraguay.



Es muy probable –y algunos datos lo corroboran– que ya en 1905 haya decidido viajar a Francia, un poco cansado del ambiente político en Madrid. Y consideramos un error la teoría de que Viriato no ha tenido una militancia política muy consistente. Muy tempranamente, el joven intelectual acompaña a su padre a los mítines republicanos y las reuniones del grupo El Motín, de José Nakens, para el cual escribe y traduce, y en el que aparece mencionado firmando acciones de protesta o de repudio. Es llamado a escribir sobre el estetismo, se le dirigen cartas sobre la situación de las Filipinas y se publican comentarios sobre sus obras. Su vinculación con un sector muy comprometidamente antimonarquista, anticlerical y republicano de primera línea es conocida.



En el año 1906, ocurre un acontecimiento político que, desde nuestro punto de vista, será decisivo en la vida de Viriato. El 31 de mayo, el atentado en Madrid contra la recién casada pareja real Alfonso XIII y Victoria Eugenia, que tiene como principal responsable al anarquista Matías Morral, compromete al íntegro José Nakens y levanta sospechas en su entorno. Viriato es amigo de Nakens, y el apellido Díaz-Pérez no pasaría desapercibido (recordemos que su padre fue un inquieto militante). Años más tarde, ya en el Paraguay, Viriato confesaría que la prisión de Nakens, debido a estos acontecimientos, “le rozó”.[17]



El 5 de julio de 1906, Viriato deja Madrid y se embarca para el continente sudamericano. Es un viaje sin retorno; sin saberlo, Viriato se despide inesperadamente de una incipiente carrera literaria en una España que ya le tenía fama de sabio, teósofo modernista y personaje típico de una generación de hombres que habría de dejar su huella en la historia de la literatura y de las ideas en Europa, y por tanto, en el mundo.



Viriato llega al Paraguay en agosto de 1906, y este hecho tuvo su repercusión en la prensa. Aparecen varias publicaciones anunciándole. Una importante comitiva de intelectuales, encabezada por Manuel Domínguez y Arsenio López Decoud, le recibe. Acompañado de Hérib Campos Cervera, Viriato hace aparición, precisamente, en una de esas tardes de tertulia en la casa de Domínguez, donde se “leían páginas de prosa y verso; se hacía crítica literaria; se comentaban libros nuevos; se discutía sobre temas de arte”.[18]



Desde su llegada, cultivará importantes amistades en el entorno intelectual del Paraguay, y fue un importante aglutinador y motivador de todo el Novecientos Paraguayo. Raúl Amaral, en su obra El Novecentismo Paraguayo, nos habla de estas primeras amistades, entre los que se encuentran Manuel Domínguez, Arsenio López Decoud, Juan E. O’leary, Manuel Gondra, Benigno Ferreira, Adolfo Soler, E. Ayala, Ignacio A. Pane, Fulgencio R. Moreno, el patricio don Juan Silvano Godoy, y entre los extranjeros, José Rodríguez Alcalá, José Marsal, Rafael Barrett y Jean Paul Casabianca.



Apenas llegado al Paraguay, es invitado a colaborar en la Revista del Instituto Paraguayo, labor que llevará adelante con rigurosidad y constancia durante tres años. Su firma aparecerá en todos los números, desde 1906 hasta 1909, del número 54 al 64. Asumirá, además, el cargo de jefe de redacción.



Apenas a cuatro meses de su llegada, es nombrado jefe del Archivo Nacional por Decreto Presidencial del 13 de diciembre de 1906, puesto que ocupará por más de dos décadas con una breve interrupción, por cuestiones netamente políticas.



A pesar de no tener preferencias en relación a partidos políticos, Viriato se vinculará con esa selecta minoría de intelectuales y políticos imprácticos denominados “Los Cívicos”, liderados por el General Benigno Ferreira, con quien además simpatizaba y había establecido una temprana amistad.



También es importante mencionar la notable e intensa amistad que estableciera con Rafael Barrett, con el que tuvo sus divergencias, en especial porque Viriato consideraba que muchas grandes intelectualidades terminan extraviadas en las movedizas arenas de la política. Lo cierto es que, a pesar de todo, fueron grandes amigos y en algún momento se ocuparían el uno del otro con algunas líneas.



En el año 1907, junto con otros intelectuales, lleva adelante el grupo conocido como “La Colmena”, primera y única tertulia literaria de la época, que estuvo conformada por las intelectualidades más importantes de la época, entre los que se cuenta a Manuel Domínguez, Juan E. O’leary, Arsenio López Decoud, Modesto Guggiari, Jean Paul Casabianca, Rafael Barrett, José Rodríguez Alcalá, Fulgencio R. Moreno, Ricardo Brugada, entre otros. Pero fue Viriato, en palabras de Rodríguez Acalá, “quien allanó las asperezas que antes habían hecho imposible la constitución de “La Colmena”, y a él se debe, pues, el éxito de una iniciativa que sin el prestigio de su nombre no se hubiese realizado”.[19]



En el año 1908, publica su conocida obra John Ruskin y las siete lámparas de la arquitectura, uno de los primeros tratados sobre el autor.



En 1909, contrae matrimonio con Leticia Godoy, hija de don Juan Silvano Godoy, que fuera director general del Museo de Bellas Artes y Biblioteca Nacional, institución que fuera posible, dicho sea de paso, gracias al gran aporte de su Biblioteca Americana y su colección de obras de arte. De este matrimonio nacerán Juan Silvano, Nicolás Fernán, Haydée, Hermann y Rodrigo. Según parece, hubo un sexto hijo que falleció muy prematuramente y que también se llamó Juan Silvano.



Su labor se intensifica de manera gradual desde su llegada. Escribe sin parar, siendo precursor en muchas áreas, como la crítica de arte. A él se deben los primeros estudios sobre la situación de las artes visuales en el Paraguay.



Con la desaparición de la Revista del Instituto Paraguayo, funda Viriato la importantísima Revista del Paraguay, en el año 1913, con 150 páginas por cada número. Crea y redacta, en 1917, la página literaria de El Liberal, que ha de ser la primera en ese género, y en el año 1927 fundará también la Revista paraguaya.



Fue catedrático de Literatura Española, Filosofía y Raíces Griegas y Latinas en el Colegio Nacional; de Literatura Universal, en la Universidad Nacional;de Literatura Griega y Latina, en el Escuela Normal; de Redacción, en la Escuela Superior de Guerra; y de Introducción a la Filosofía y Estética, en la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional. Ejerció el profesorado en escuelas y centros culturales de manera incansable durante casi 50 años ininterrumpidamente, y llegó a ser el profesor más antiguo de la República del Paraguay.[20]



En 1926 es nombrado director interino del Museo de Bellas Artes y Biblioteca Nacional, tras la muerte de Juan Silvano Godoy. En ese trágico año, fallece también su esposa, Leticia, quedando Viriato a cargo de la crianza de sus cinco hijos. También en 1926, se le otorgó la ciudadanía paraguaya por acto del Congreso.



Pasados los años 30, Viriato irá dejando de a poco sus responsabilidades con la Biblioteca y el Archivo Nacional, para dedicarse a la docencia, la escritura y a dictar conferencias sobre los más diversos temas.



Publica en 1930 su obra sobre la Revolución Comunera del Paraguay. En 1939 escribe un ensayo sobre la Literatura paraguaya, que aparecerá integrando el tomo XII de la Historia universal de la literatura, compilada por Santiago Prampolini en 1941.



Recibirá además varias distinciones, entre las que vale mencionar la condecoración con la Rote Kreutz Medaille, de Alemania, por méritos culturales, en el año 1921; con la Medalla de Goethe, en 1932; con la Cruz de Alfonso X El Sabio, de España; y Doctor Honoris Causa, por la Universidad Nacional de Asunción.



El 25 de agosto de 1958 fallece Viriato en su quinta de Villa Aurelia, dejando un gran legado, que comprende cerca de 300 publicaciones “(de investigación y divulgación, etc.); consagradas a la historia, literatura, críticas nacionales; filología, filosofía e historia de literaria general; a prehistoria, orientalismo, etc”.[21]Y cerca de 200 charlas, conferencias, exposiciones y palabras para actos públicos. Gracias al trabajo de sus hijos Fernán, Haydée y Rodrigo, una importante cantidad de su producción fue reeditada en más de 30 tomos, y otra parte duerme todavía esperando volver a ver la luz.



Pero el más importante legado de don Viriato, es haber sido inspirador, compañero y maestro de dos generaciones de hombres y mujeres que han forjado la identidad de una literatura paraguaya, y de una historia que todavía se sigue narrando.



 


Aproximaciones a las ideas estéticas, filosóficas y políticas de Viriato Díaz-Pérez. Aportes y mediaciones al desarrollo de los movimientos intelectuales y al proceso de construcción de la identidad cultural paraguaya.




En primera instancia, se debe aclarar que el presente análisis contiene ya algunas hipótesis propuestas por otros investigadores, como es el caso de las formuladas por Juan Félix Larrea López y María Pilar Celma Valero, en relación al posicionamiento de Viriato como modernista y precursor de la teosofía, aunque no suficientemente argumentadas. Y la de Roa Bastos, que habla de Viriato como descubridor de la realidad histórico-cultural del Paraguay, postulada en un breve artículo, pero no profundizada. La idea es, en cierta medida, ampliar y profundizar estas hipótesis, o por lo menos aportar elementos que susciten una nueva lectura.



En lo referente a las ideas políticas y sociales, es esencial entender que esta es la primera oportunidad en que se abordará el tema. No existe trabajo que aborde este aspecto de la vida y la obra de Viriato, y esto se debe, en buena parte, a la exigua lectura de sus textos y a la carencia, hasta hoy, de acceso a sus escritos de carácter político del Período Español (1892-1906). Existe, sin embargo, una buena cantidad de trabajos que fueron reeditados y que marcan prístinamente un ideario y unas posturas muy bien definidas y definibles acerca de sus posturas sociales y políticos.



Por último, no osaremos abordar el pensamiento de Viriato como un sistema, pero tampoco nos parece necesario, ya que él mismo no estuvo interesado en establecer este sistema; más bien iremos abordando sus ideas mediatizadas por las corrientes o escuelas filosóficas, y por sus maestras y maestros inspiradores.



 


Formación y fuentes de inspiración. Escuelas y maestros.



 

Podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que el período de formación y de asimilación de Viriato se centra en el Período Español (1892-1906). Pero no debemos olvidar que esta formación no se remite exclusivamente al contacto con la educación formal, que es fundamentalmente krausista, sino también al entorno familiar, teniendo en cuenta que sus padres, si bien autodidactas, eran personas de muy buena lectura y de una cultura muy amplia, ambos escritores y periodistas. De su madre adquirió el gusto por las lenguas extranjeras. Fue de hecho su primera maestra de francés. Su padre se había declarado admirador de Sanz del Río, el padre del krausismo español, y como ya hemos mencionado, su visión de la filosofía de la historia es en buena medida krausista. Pero además, sabemos que fue un voraz lector de Emerson y otros pensadores americanos. Este mismo gusto será transferido a Viriato.



Durante muchos años seguirá Viriato citando a Emerson, con una frase ya adaptada: No somos creadores de pensamiento, sino transmisores, en clara referencia a la reflexión emersoniana de que nuestra era es meramente retrospectiva, y de que no somos creadores, sino críticos, en El espíritu de la naturaleza. De la lectura temprana de Emerson extraerá también la idea de que la historia no empieza en Occidente, rompiendo con la caduca mirada eurocentrista, pero ya veremos que esta idea la desarrollará mucho más al entrar en contacto con Oriente a través de la teosofía.



Por otra parte, no se debe olvidar que Viriato crece en un ambiente social de militancia republicana; a las primeras reuniones que asiste con su padre, a inicios de los 90, asisten también importantes referentes republicanos, antimonarquistas y anticlericales como Emilio Castelar, Nicolás Salmerón y Urbano González Serrano, y que algunos de ellos serán posteriormente sus maestros en la Universidad Central de Madrid. Lo cierto es que Viriato se rodea muy tempranamente de estos personajes, que tuvieron una fecunda vida política e intelectual. En líneas generales, todos ellos estaban influenciados por el krausismo o krausopositivismo, eran militantes republicanos y masones.



Es importante, además, hablar un poco del contexto histórico, social y cultural en el que se desenvuelve Viriato, para entender mejor los alcances y limitaciones de este influjo krausista sobre él, ya que es lugar común, por lo menos en Paraguay, definir a Viriato como krausista.



Viriato nace ya finalizado el Sexenio Revolucionario y en plena etapa de Restauración del antiguo régimen. Su padre, que había participado activamente de todo este periodo, se aleja de la política, por lo menos temporalmente, y se dedica casi exclusivamente a la masonería y a escribir.



Tras la caída de la Primera República, la cátedra libre en las universidades (ampliamente promocionada por Giner de los Ríos) es prohibida y los catedráticos que la defienden son expulsados de la institución, entre ellos Giner de los Ríos y Nicolás Salmerón. La consecuencia directa de esto fue la creación, en el año 1876, de una entidad independiente que se basara en la cátedra libre y, por supuesto, laica: la Institución Libre de Enseñanza. Se trata de una idea ya pensada con mucha antelación por Giner de los Ríos, que se convertiría en el centro de difusión del krausismo y vendría a realizar la tarea más importante de esta corriente idealista.



En realidad, el krausismo no interesó tanto en cuanto a los postulados de su sistema metafísico. De hecho, los tratados escritos por su propulsor Sanz del Río no fueron muy atractivos a la lectura de los intelectuales de la época. Con un lenguaje un tanto tosco, exponía un idealismo panenteísta, proveniente de una escuela de segundo orden del idealismo alemán, en un momento histórico en el que los sistemas idealistas estaban siendo cuestionados y desplazados por las nuevas corrientes positivistas y sociales. Aterrizando, además, en un país que había vivido prácticamente al margen de la Ilustración.



Existen, sin embargo, tres aspectos que sí convocaron a los intelectuales (entre 1870 y 1900) en torno al krausismo y sus “instituciones”: su ética, sus concepciones pedagógicas y la valoración de la cultura como instrumento para contrarrestar “el mal de España”. Efectivamente, “el krausismo trajo una ética que, aunque en sus raíces era bastante rígida, se presentaba como atrayente, universalista, humanitaria y estimulante, y que sirvió de sustrato para que se unieran muchos hombres y de aglutinante de un amplio movimiento cultural mucho más abierto que lo que cabía esperar”.[22]



De hecho, y como ya lo hemos aclarado, no fueron las disquisiciones abstractas y metafísicas las que terminaron sirviendo de motor para esa primavera cultural, “sino la vida ejemplar de muchos krausistas, su sencillez, su austeridad, el espíritu de sacrificio y el amor a la ciencia. Aquí radica la apertura del fenómeno cultural krausista”.[23]



“Con solo su presencia se multiplicaron en el país los círculos de estudio, la reforma universitaria, las conferencias dominicales, especialmente para mujeres, los seminarios, como complemento de la tarea realizada en las clases, y múltiples instituciones educativas”.[24]



El krausismo formó parte del espíritu de la época y significó realmente la base desde la cual se hizo posible la formación de la Generación del 98, y el salto a la modernidad. Hace posible, además, la proliferación de núcleos culturales que sobreviven y piensan toda una época de malestar, que tendrá su desenlace en la crisis del 98.



En este ambiente cultural y en el contexto histórico del levantamiento de tres colonias españolas (Cuba, Puerto Rico y Filipinas), y por tanto la decadencia de la España monárquica, se encuentra inmerso Viriato y no es ajeno a los problemas de su tiempo. Forma parte del movimiento intelectual que se llamó Generación del 98, escribe desde el 93 sobre el mal de España, asume una postura crítica, milita en un frente republicano y se encarga además de abordar los temas del modernismo, adelantándose a muchos de sus compañeros, pero inspirado en el primer modernista español: Salvador Rueda.



Así pues, muchos de los que formaron parte de la Generación del 98 y del modernismo español han pasado por las aulas de la Institución Libre de Enseñanza (ILE); entre ellos, Leopoldo Alas (Clarín), Juan Ramón Jiménez y los hermanos Manuel y Antonio Machado (todos ellos, amigos de Viriato). De hecho, estas generaciones han reconocido, en su tiempo, las cosas buenas –en términos de Azorín– que ha dejado el krausismo para la regeneración de España. Creemos, sin embargo, que Viriato ha tenido mayor influencia de otras corrientes y que, más allá de algunos aspectos que toma de la ética y del reconocimiento que hace a Giner de los Ríos, no podemos definirle como krausista, en sentido estricto. En todo caso, no como lo fueron los primeros maestros españoles en Paraguay, Ramón Zubizarreta y Ramón Olascoaga.



En torno a la influencia que ejerce Salvador Rueda en el joven Viriato, podemos decir que ha de ser crucial. Ve en él al verdadero impulsor del modernismo, antes de Rubén Darío. Hubo pues un modernismo español castizo y Viriato lo reconoce y absorbe de su maestro Rueda, antes de pasar a las fuentes francesas o a Rubén Darío[25] (a quien siempre miró con ojos críticos).



Otro maestro español que ejerció una fascinación especial en Viriato fue el avilesino Estanislao Sánchez Calvo, filósofo, filólogo y escritor. Es probable que, como militante republicano, haya sido uno de los tantos amigos de don Nicolás Díaz y Pérez. Fue Sánchez Calvo uno de los espíritus más inquietos de la época, dominó prácticamente todas las lenguas antiguas y modernas, siendo el más importante políglota español. Amigo de Leopoldo Alas (Clarín), Viriato siempre exigió de este y de otros que eran más coetáneos al avilesino un merecido estudio sobre su legado intelectual, lo que no se pudo concretar.



En el año 1912, Viriato escribe y publica un interesante opúsculo dedicado a otro de sus grandes maestros en el ámbito académico: Marcelino Menéndez Pelayo, erudito filólogo, filósofo, historiador y político, además de ser un prolífico escritor (su obra reeditada está compuesta de 65 volúmenes). En este opúsculo, escrito precisamente en el año del fallecimiento de don Marcelino, Viriato valora su gran labor de elucidación del espíritu español, su profunda penetración en el pasado pagano, oriental, heresiarca de la España que, aunque con una mirada católica, no deja de ser la de un erudito. Precisamente, es esta mirada católica la que terminará separando los caminos de Viriato y su maestro. Menéndez Pelayo terminará siendo un duro crítico de todo el idealismo hegeliano y del krausismo postkantiano. Como quiera que sea, su profundo conocimiento de la cultura nacional, y su gran espíritu investigativo y documentalista son aspectos que influirán de por vida a Viriato.



Desenfocándonos un tanto del ámbito español, quisiéramos abordar la relación de uno de los pensadores que mayor influencia han ejercido sobre Viriato. Nos referimos al gran esteta inglés John Ruskin. No sabemos muy bien en qué momento Viriato se encuentra con Ruskin, pero sospechamos que fue a través de su contacto con la teosofía. Se menciona siempre a Miguel Unamuno como uno de los primeros lectores de Ruskin, a quien cita en cartas a Mujica en el año 1895, en sus obras tempranas, como Paz en la guerra y Paisajes, obras escritas entre 1895 y 1905. Por su parte, Viriato aparece como primer traductor de Ruskin, cuando en 1900 (año en que fallece el esteta) traduce para España moderna dos obras fundamentales: Las siete lámparas de la arquitectura y La corona de olivo silvestre. Pero además, en el año 1908, aportará el primer estudio dedicado a la obra de John Ruskin escrito en habla hispana, por tanto para España y América Latina, pues ya vivía en el Paraguay.



Toda su concepción estética estuvo influida por Ruskin, y a esta la veremos reflejada en sus escritos –que describen los paisajes de la España desconocida–, en su crítica de arte, y en sus escritos urbanísticos y ecologistas, aparecidos en la Ciudad lineal. De Ruskin tomará, además, el sentimiento antiindustrial, la valoración del trabajo manual, el fin ético y social de la contemplación y conservación de la belleza natural, y la importancia de la conservación de los bienes culturales, en especial del patrimonio material.



No podemos cerrar este apartado sin dedicar unas líneas a una de las corrientes de pensamiento que más han influido en Viriato desde el año 1892: la Sociedad Teosófica Mundial.



La Sociedad Teosófica Mundial, desde el año 1875, año de su fundación, pretende constituirse en una fraternidad universal sin distinciones de raza, sexo, condición social ni credo, que fomentara el estudio comparativo de todas las filosofías y religiones, y que se encargara de explorar las leyes de la naturaleza y las potencialidades latentes en el hombre. Este movimiento llegó a despertar gran interés en toda Europa, y en intelectuales, literatos, científicos, periodistas, luchadoras y luchadores sociales, que se aglutinaron en torno a sus ideales y a la figura enigmática de Madame Blavatsky, escritora rusa de gran erudición y conocedora de lenguas arcaicas como el sánscrito, pero que además en su juventud habría formado parte de una de las Sociedades Carbonarias de Giuseppe Garibaldi. Incluso, le acompañó en sus expediciones, hasta el punto de caer herida en combate en Viterbo.



Se debe a la Sociedad Teosófica, entre otras cosas, el contacto con las culturas orientales como las de la India y el Tíbet, y en líneas generales, con el pensamiento y misticismo oriental, la valoración de las lenguas arcaicas –lo que despertó en toda Europa el interés por estudiarlas– y la revitalización cultural de la India a partir de la relectura de los textos sagrados y el cuestionamiento al régimen de castas, perpetuamente sostenido por los Bramanes, que había generado degradantes condiciones de vida, en especial para las mujeres. La teosofía, que supo albergar a masones, republicanos, anarquistas y socialistas, tuvo un rol social muy importante, en especial en la India y el Tíbet.



El movimiento teosófico, encabezado por Blavatsky y su séquito de eruditos, traía un bagaje asombroso de conocimientos y literaturas que habían caído en el olvido durante siglos, y que al ingresar a Europa, despertaron el interés por lo exótico, lo esotérico y lo espiritual, elementos que se integran como aspectos característicos del modernismo.



Viriato ingresa a la Sociedad Teosófica Mundial en 1892, a los 17 años, y esto en cierta medida explicaría el contenido y la profundidad de sus artículos, que tan tempranamente despertarían la curiosidad de sus lectores. Ya en 1893, escribe artículos que traslucen conocimientos y saberes insólitos para su edad. En este año ya está escribiendo en la revista Sophia, órgano de la Sociedad Teosófica Española. Y es discípulo de José Xifre, que fue el único discípulo directo, en España, de la fundadora, Madame Blavatsky.



Viriato vivencia varios aspectos de la teosofía. En primer lugar, lo influye de por vida su ética basada en la recta acción o acción desinteresada, el método de estudio comparativo, la visión cíclica de la historia, el método argumentativo (típicamente utilizado por Blavatsky), inundado de datos desconocidos, precisiones históricas y filosóficas, y el eclecticismo filosófico, piedra angular de la teosofía.



Es probable que en el intento de resumir y sistematizar las influencias que ha recibido Viriato, hayamos omitido algunos datos, pero en líneas generales, este es el contexto, estas son las corrientes de pensamiento y las personalidades que van apareciendo y desapareciendo, en una obra cuya dispersión temática y temporal la torna un tanto problemática e inusitada.


 


Modernismo y modernidad en la obra de Viriato.





Existen varios indicios importantes para relacionar a Viriato con el modernismo. Ya sabemos que perteneció a ese grupo de intelectuales y escritores que se ha llamado la Generación del 98. Con ellos se ha formado, con muchos de ellos ha entablado amistad y ha colaborado en las revistas más típicas del 98. Los temas que aborda y el lenguaje son también del 98. Aunque muy poco es lo que se conoce de su obra literaria, ya que no publica su poesía, solo apenas unos cuantos relatos que luego se pierden y quedan olvidados en las revistas, estos textos reflejan su identificación con el estilo de esta generación.



Pero Viriato no se queda en las preocupaciones y temas del 98, y toma por asalto el modernismo. De manera muy temprana, pero desde el ensayo y la crítica, Viriato expresa los temas fundamentales del modernismo con una originalidad y consistencia únicas.



Reconoce la existencia de un estilo modernista español –mucho antes de Rubén Darío– y se identifica con él. Pero además, su conexión con la teosofía le acerca aún más a las fuentes mismas de que se nutrirá el modernismo, ese exotismo de las lejanas culturas de Oriente, que posteriormente irá apoderándose del interés de los escritores hispanoamericanos.



Se ha escrito equivocadamente de él que es un segundón del modernismo, error atribuible al desconocimiento completo de su obra. Pero también al hecho de que Viriato no responde al modernismo de Rubén Darío, si no al otro, al que se gesta en España de manera silenciosa pero segura en la obra de Salvador Rueda, en la prosa rítmica de Valle-Inclán y en la labor de los primeros teósofos, entre los que se encuentra Viriato.



Además, Viriato se nutre de las fuentes mismas que ponen en marcha al modernismo: el paranasianismo, el simbolismo, el decadentismo y por otro lado el prerrafaelismo. Desde muy joven, Viriato fue un gran lector de Mallarmé, D’Annunzio, Pierre Loti, Huysmans, Verlaine, Poe y por supuesto de John Ruskin, inspirador del modernismo artístico.



Hay por lo menos cuatro indicios importantes sobre la incursión temprana de Viriato en el modernismo. En realidad, hay muchos más, pero haremos referencia a estos cuatro porque los consideramos los más significativos.



El 1 de diciembre de 1894, publica en El Ideal de Madrid un breve artículo titulado Música, color y sonido, con una nota al pie que dice “De un futuro estudio titulado Color y sonido, próximo a darse en un volumen”.[26]Se trata de un trabajo impecable, en el que adelanta algunos conceptos que posteriormente consolidará en su tesis doctoral. Recurriendo a ejemplos de culturas orientales, habla de los efectos psíquicos que ejercen determinados sonidos-vibraciones sobre las personas y, adelantándose a Kandinsky, trata las relaciones entre los sonidos y los colores, y escribe además, llamativamente:



“En un artículo que publiqué hace ya algún tiempo, en El Pentagrama, traté incidentalmente de ciertas personas que confunden la sensación color, con la sensación sonido. Este hecho, que tanto ha llamado la atención del mundo sabio, es en verdad misterioso a la vez que innegable”[27]



El artículo lo firma como miembro de la Sociedad Teosófica y llaman la atención, en primer lugar, las referencias que hace sobre los trabajos científicos y los estudios teosóficos sobre el tema; en segundo lugar, la mención de otro estudio anterior –tiene apenas 19 años–; y finalmente, el abordaje de la cuestión de la sinestesia, es decir, las interrelaciones entre los tonos musicales y los colores, tema que será recurrente en la estética del modernismo.



Unos meses más adelante, Viriato se ocupará de identificar los primeros ensayos de la prosa modernista entre sus coetáneos. Nos referimos al artículo que aparece también en El Ideal, el 30 de mayo de1895, en la sección de bibliografía y dedicado a analizar la obra Femeninas, de Ramón del Valle-Inclán. Viriato es la segunda persona en comentar esta obra, pero no es un simple comentario, sino una crítica seria que marca claramente la diferencia entre pesadez fría y machacona de la prosa anterior y esta nueva prosa que se encuentra en un perfecto equilibrio entre lo transpirenaico y el clasicismo español, en especial de Quevedo y Cervantes.



“El libro –escribe Viriato–es perfectamente moderno”.[28] Y sugiere que en la diversidad de su composición el autor ha encontrado los misteriosos secretos del estilo.



De hecho, años después, en el texto de su tesis doctoral, Viriato se referirá precisamente a estos secretos del estilo; es decir, de la prosa rítmica en cuanto a poesía de lo futuro, y la verá como un producto netamente madurado en España y que encuentra en Valle-Inclán su expositor más típico.



El tercer indicio que posiciona a Viriato dentro del modernismo es, justamente, su tesis doctoral, leída en la Universidad Central de Madrid el 7 de noviembre de 1900, calificada con nota Sobresaliente, y que vería la luz casi 80 años después, con motivo de la edición de sus obras completas.[29] Se trata de un trabajo titulado Naturaleza y evolución del lenguaje rítmico, y que se constituye en el único estudio “e intento amplio de aportar el elemento básico y definido de la poesía, el ritmo, haciéndolo desde la realidad literaria del momento”.[30]



En esta obra, que al decir de Celma Valero, se constituye en un verdadero manifiesto modernista, Viriato estudia los orígenes y la evolución de la rima, y trata de definir con un tono completamente modernista la poesía como una producción libre y creadora de la imaginación, borrando las fronteras entre la prosa y el verso.



“A la métrica cuantitativa opone [Viriato] todos aquellos sistemas basados en el sonido, empezando por la rima…se detiene en los nuevos recursos de explotación del sonido por parte de las modernas escuelas poéticas: la poesía de lo futuro, en que ‘la melodía y el sonido se entremezclan por modo tan íntimo con las palabras que produzcan en el ánimo algo parecido a esa nueva impresión, sensación o placer estético estudiado por la ciencia con el nombre de synopsia’”.[31] Es una referencia clara a la musicalidad, al acento, a la sonoridad inmanente en la poesía y una búsqueda fundamental de la escuela decadentista, pero que también él irá identificando en algunos autores españoles, como es el caso de Valle-Inclán. En este sentido, concordamos plenamente con la afirmación de Larrea López de que Viriato se encargará de teorizar con la prosa rítmica, en el momento exacto en que esta se va produciendo de la mano de Azorín y Valle-Inclán. El mismo ensayará esta prosa en sus escritos literarios, que no han tenido mucha difusión en su tiempo o que simplemente se van perdiendo, se van dispersando en la cantidad y en la temporalidad.



Pensamos, así mismo, apoyados en las afirmaciones de Celma Valero, que con su tesis, Viriato da un salto a la modernidad y se sitúa en los umbrales mismos de la moderna teoría métrica, mereciendo por tanto una nueva lectura y un lugar en la historia del modernismo.



Otra serie de trabajos escritos, con estilo evidentemente modernista, son los publicados entre los años 1904 y 1905 bajo el título Los eróticos de la antigüedad, en la revista La vida galante (1898-1905),reeditados en un solo tomo, pero parcialmente, en el año 1975.[32] Se trata de siete estudios de carácter histórico-literario que abordan la literatura erótica en culturas de la antigüedad a partir del análisis de ciertos autores u obras. Desde autores tan poco conocidos como Longo el Bizantino hasta la casi mitológica Safo, Viriator efleja en estos estudios por lo menos tres temas claramente modernistas: el interés por los motivos y temas de exaltación sensual, de la exploración de lo exótico, y de las culturas pre-industriales.



Es mucho lo que podríamos seguir escribiendo sobre el Viriato modernista, que muy pocos se han tomado el tiempo de conocer, pero basta decir que no solo se adelanta a sus contemporáneos en el desarrollo y el estudio de los temas modernistas, si no que, además, es el que más profundamente penetra en las fuentes orientales del modernismo y, como bien lo ha enfatizado López Larrea y concordamos con él, sin Oriente no hay modernismo. Viriato vierte todo este bagaje de conocimientos sobre el antiguo Oriente en sus trabajos para la revista Sophia, de la cual será editor por cinco años, y al hacerlo, influye en muchos autores como Leopoldo Lugones y Rubén Darío. En efecto, los nuevos estudios sobre el modernismo apuntalan y precisan este diálogo e influjo que se da entre los autores modernistas y los modernos cultores del esoterismo desde la teosofía.



Al llegar al Paraguay, él ya es un cultor completo del modernismo y de la teosofía, ha dejado una gran producción y tiene muy bien identificados sus autores modernistas paraguayos. Introduce a Valle-Inclán, Blasco Ibáñez y Salvador Rueda, a quienes, además, invita al Paraguay. Introduce también a Leopoldo Lugones, siendo uno de los primeros en ocuparse de él en el país. Pero además, introduce a John Ruskin, inspirador de ese otro modernismo, al mundo hispanoamericano desde el Paraguay.



No es extraño que Viriato haya visto con muy buenos ojos de modernista a escritores como Manuel Gondra, consagrado con su obra En torno a Rubén Darío, publicada en 1899, y de quien dirá que, al igual que Rubén Darío, “es un americano que sintetiza en su espíritu esos anhelos vagos, indecisos y “prodrómicos” de la cultura europea, a la vez que los de su propia raza… Gondra representa en su país a la intelectualidad moderna”.[33]



Pareciera ser que Viriato, como Salvador Rueda, vio en Gondra ese modernismo equilibrado entre lo propio y lo foráneo, entre lo americano y lo traspirenaico, ese que buscaron desarrollar en España, aunque, finalmente, las desventuras del caldeado ambiente político paraguayo irán de a poco borrando u opacando estas figuras modernas, que en la distancia debieron haber despertado mucho interés.






Ideas sociales y políticas. Poesía versus política.



 

Siempre se ha tenido mucha reserva al hablar sobre las ideas y la vida política de don Viriato. Esta cautela tiene mucho ver con el hecho de que, en gran medida, los que han escrito sobre su actuación en el Paraguay hablan del Viriato de los años 40 para delante, y solo contados de sus contemporáneos se preocupan de comentar su vinculación con lo social y lo político.Tal vez porque su propio núcleo de actuación no necesitara preocuparse de ello, sino encontrar puntos de coincidencia y de articulación entre actores de ideologías muchas veces contrapuestas. Pienso, por ejemplo, en el grupo literario “La Colmena”, con personalidades de movimientos políticos antagónicos y –aunque luego le dedicaremos más espacio–, cabe mencionar sencillamente el rol conciliador y armonizador que ha ejercido Viriato, además de cargar de contenido y transferir, inevitablemente, la experiencia del 98 español que, dicho sea de paso, no fue una generación que se mantuvo al margen de la coyuntura social y política de su país.



Sobre su vida política en el Período Español (1892-1906), muy poco se ha escrito, y muy poco se sabe ciertamente, pero no se puede ignorar que Viriato nace en el seno de una familia de librepensadores progresistas. Su padre sufrió una veintena de procesos desde muy temprana edad. Como ya hemos mencionado, tanto su padre como su madre estaban implicados en las luchas antimonárquicas y anticlericales. Eran masones y republicanos, y entre otras cosas, precursores del feminismo.



Muy tempranamente, Viriato se ve involucrado en la militancia republicana, en especial vinculado al grupo de El Motín, de José Nakens. Aparece ya en el año 1892 firmando una nota de protesta contra toda candidatura que no sea genuinamente republicana, que iba dirigida al director de El País. Entre los firmantes figura también su padre, Nicolás Díaz y Pérez. Este es acaso uno de los registros más antiguos de la actuación política de Viriato. Luego van apareciendo colaboraciones para el periódico El Motín. En muchas ocasiones aparecen traducciones de textos deliberadamente seleccionados, como los de Guerra Junqueiro, y otras traducciones de poemas de Antero de Quental, en 1899, escritor que estudió con gran profundidad. Pero en otras ocasiones aparecen artículos originales que expresan una preocupación por la cuestión social en España.



Ya en el año 1895, publica en El álbum iberoamericano un interesante estudio sobre Viriato, el héroe celtíbero, en el que expone su visión de la historia de España, pueblo que desde las invasiones del imperio romano anidó un solo pensamiento, “el de proclamar la independencia de su patria, y el héroe encargado de realizar esta misión, si bien la realizara sacrificando su vida, el representante de la indignación de toda España, fue Viriato”.[34]



También en este artículo aparece la idea que luego encontramos en su libro sobre la Revolución de Comuneros, escrita en los años 30, de que en España lo natural siempre ha sido el sentimiento de protesta, la lucha por la libertad y lo antinatural es la esclavitud, el ímpetu imperialista y totalitario.



En el año 1899, Viriato publica en El Motín, N° 36 del 14 de octubre, un artículo titulado Cosas que se ven, y que tiene un fuerte contenido político y una preocupación por lo social:



“He visto –escribe– un pueblo castellano de unos vecinos en que hay una iglesia, un convento, una eremita y una escuela. La eremita, la iglesia y el convento están siempre abiertos, la escuela siempre cerrada. Es decir que allá por lo visto, la gente reza, pero no estudia”[35]



Se nota que es un artículo que refleja la visión de un militante, pero también la de un viajero, la de un observador que mira con preocupación los paisajes de la patria. Le preocupará además la situación en que vive la mujer, sus condiciones laborales, la situación de sus derechos. De hecho, veremos que en muchas ocasiones expresa su interés por ciertos aspectos del feminismo.



“Hay cargadoras que transportan como pueden canastas atestadas de mineral desde los barcos. Unas que transportaban un cargamento de mineral cobrizo lo hacían todo; llenaban los cestos, los conducían en la cabeza y conducían las carretas... El sudor de sus frentes con el polvo del cobre les pintaba el rostro de cardenillo”[36]



En 1902, en un artículo denominado Con motivo de una obra italiana, sienta su postura sobre las responsabilidades históricas de la decadencia de España:



“Toda la grandeza de la España castellana se desmoronó entre las blancas manos de aquellos señores –refiriéndose a los reyes de España–. ¡Y ni aún nos valió esto de ejemplo! La minoría, con su regencia, con su proclamación, elección de favorito, etcétera, etc... Esto repetido una y otra vez, nos trajo al estado actual. ¿Qué sucederá en lo futuro?”[37]



Viriato escribe sobre el mal de España y sobre las consecuencias de ese ímpetu expansionista. Él, así como todos los de su generación, la del 98, siente con mucho dolor la decadencia del imperialismo y advierte a los países en auge sobre ello.



Escribe en 1904, en un artículo denominado La superstición de los kilómetros cuadrados: “Como Inglaterra y Norteamérica hoy, y tal vez como Rusia mañana, también nosotros vencimos, nos impusimos, fuimos grandes, y henos aquí sin embargo, fenómeno de Europa, convertidos en un pueblo envejecido y agotado”. Esta es la crítica del 98 expresada por uno de sus representantes más típicos, que concluye con una advertencia y un llamado de atención:



“A Norteamérica, dueña hoy de Panamá, á la nación que hoy pelea en los mares de Oriente, á todos aquellos, en suma, que buscan fuera de ellos lo que debieran buscar en su interior, les recuerdo esta nuestra vejez, esta nuestra muerte y la muerte también de aquel gran hidalgo manchego –símbolo universal– que después de aventuras mil muere de melancolía como todos los vencidos”[38]



También por esos años, aparecen cartas y comentarios dirigidos a Viriato en relación a una de sus obras, que aborda el problema de las Filipinas, una de las colonias que había perdido España y que había estado sometida además bajo el yugo de los Frailes de la Iglesia.[39]



De su participación como periodista y de su vinculación con los progresistas republicanos, en especial con el grupo que gravita en torno a El Motín, no caben dudas, y de esto da constancia Rafael Cansinos-Asséns, escritor contemporáneo a él y que deja una extensa obra titulada La novela de un literato, suerte de memoria novelada sobre una época fascinante y cargada de anécdotas. En esta obra, Cansinos-Asséns rememora los tiempos en que dos generaciones de republicanos se reunían en torno a El Motín, todos los domingos por la mañana, religiosamente, en esa suerte de capilla heterodoxa en que se constituía la redacción del periódico. Allí se discutía sobre política y literatura, se hablaba crudo, se tomaba café y se fumaba. Y justamente ahí aparece el joven y largo Viriato, hijo de Nicolasón, caracterizado como un teósofo “que asombraba la ingenua ignorancia del ex carabinero y sus correligionarios con revelaciones sensacionales”.[40]



El año 1906 sorprende a España con un acontecimiento que cambiará el rumbo de la historia y que, desde mi punto de vista, influirá de manera decisiva sobre la vida de Viriato. Nos referimos –como ya lo hemos hecho– al atentado contra la pareja real el 31 de mayo de 1906. Completamente a contramano de lo que comúnmente se opina, es muy probable que, por sus vinculaciones con el grupo de El Motín y en especial debido a su amistad con José Nakens, el apellido Díaz-Pérez, así como muchos otros, haya estado bajo la mirada de las autoridades. Se trata además de un apellido vinculado a la masonería, al republicanismo, al anticlericalismo, al antimonarquismo, al feminismo, al periodismo progresista. Un apellido que no ha parado de fustigar a la monarquía desde que la irreverente pluma de don NicolásDíaz y Pérez ensayó sus primeros artículos a finales de los años 60.



No hay pues razón alguna para no pensar que este acontecimiento, y en especial la prisión de Nakens, sumado al ambiente de inseguridad política hayan dado el empujón final para que Viriato decidiera trasladarse al Paraguay, y esto explicaría también lo repentino de su viaje, sin despreciar, evidentemente, otras causas.



Cuando Viriato llega al Paraguay, ya está vinculado por la línea familiar de los Campos Cervera al progresismo más problemático. Es cierto que inicialmente se relaciona indistintamente con colorados y liberales, pero con el tiempo su relación con un sector del liberalismo irá estrechándose cada vez más. Su cuñado Hérib Campos Cervera de la Herrería, primo segundo por línea materna, periodista pertinaz, había tenido una agitada vida política, no exenta de persecuciones y polémicas.



Tampoco es un hecho fortuito su relacionamiento con Juan Silvano Godoy, varón de tormentosa y agitada vida política y que tanto aportara a la cultura nacional.



También es conocida la amistad que lo uniera al general Benigno Ferreira, y es evidente su adhesión a la causa de los cívicos, esa selecta minoría de intelectuales, a la vez que políticos imprácticos, en palabras de Amaral. Tal como informa Raúl Amaral en una carta dirigida a su amigo el profesor Pastor Giménez, con fecha 18 de abril de 1954, Viriato recordaría: “Fui cívico, gran amigo del general Ferreira. Y creo que la caída, el 2 de julio, fue una fecha deplorable para la historia patria”.[41]



Su amistad con Rafael Barrett, puesta en contraste y a veces malinterpretada, acompañada de un texto poco feliz en el que Viriato se coloca en una posición que pudiera ser interpretada de conservadora, ha instalado el discurso común de ver a Viriato como un intelectual despreocupado de las cuestiones sociales y políticas. Sin embargo, esta postura crítica ante los excesos de una vida política en desmedro de los procesos creativos literarios o artísticos en general, la pérdida de las genialidades en la arena movediza de la política, la mantendrá Viriato hasta sus últimos días. Su gran decepción en el Paraguay es haber visto a jóvenes prometedores del pensamiento y de la literatura paraguaya abandonar sus vocaciones por incursiones poco felices en la política.



Pero más allá de esto, en sus publicaciones y conferencias, Viriato refleja una clara línea política, que es la única que siempre ha tenido :antitotalitarista, antiimperialista –en algunos casos dirigida al imperio estadounidense– antifascista, y por supuesto, claramente democrática. De eso último no hay dudas. Viriato supo siempre insuflar esos aires democráticos en su vida cotidiana, en sus escritos y en sus aulas. No en vano muchos de sus discípulos se han caracterizado por el compromiso social y la militancia coherente, entre ellos sus propios hijos Juan Silvano y Rodrigo Díaz-Pérez, así como Rubén Bareiro Saguier y Augusto Roa Bastos.



Nos bastará a este respecto remitirnos a su relación con Manuel Ugarte, escritor y político socialista argentino, con quien mantuviera contacto en vísperas de la primera Guerra Mundial. En él ve Viriato a un luchador “en antagonismo inevitable con el triunfante imperialismo de los hombres del Norte… Como en algunos hermanos de causa pero más genialmente que en ellos, el espectáculo de Cuba semidominada, de México convulsionado, de Nicaragua temerosa, y de Colombia mutilada, hace vibrar en él los acentos nobles y desinteresados de la protesta. Y continúa: Y esta protesta nos interesa, porque quién sabe merced a qué azares del destino podría algún día servirnos a también de defensa a nosotros”.[42]



Habla luego sobre la voracidad del imperialismo y de las relaciones asimétricas entre el Norte y el Sur, y concluye afirmando enfáticamente:



“¡Y en nombre de la civilización, envía sus bayonetas a dirimir o enconar las cuestiones interiores de las naciones, en el sentido más sutil a sus intereses, para luego recoger la parte del botín que desea!”[43]



También en 1913, en una carta dirigida a Ugarte, que gira en torno a la visita de Teodoro Roosevelt al Paraguay –en ese mismo año– y que fuera publicada en la Revista de la Unión Iberoamericana, Viriato descarga todo su ímpetu de polemista y cuestiona radicalmente los motivos de su visita, calificándolo de emisario sospechoso.Se trata de un documento muy interesante, en el que además de reivindicar la lucha y la resistencia de los pueblos latinoamericanos, cuestiona y critica el intervencionismo yanki.



No menor fuerza tiene el contenido de su conferencia dictada en el año 1946, apenas terminada de la segunda guerra mundial, Las ideas no se matan, en la que elogia la lucha de los pueblos, entre ellos a Francia, por mantenerse libre y resistir a la opresión y la barbarie, ejercida por los monstruos del fascismo y nazismo.





Contribuciones a los procesos culturales del Paraguay y al desarrollo del movimiento intelectual.





Como muy justamente lo expresara Rolando Díaz-Pérez, nieto de Viriato, en una de las tantas conversaciones que hemos mantenido en estos años, resultaría sumamente difícil acaso medir o cuantificar el aporte de Viriato a la cultura de nuestro país, pues de tan diversas formas y con recursos tan distintos ha contribuido a sus procesos culturales, que no tendríamos forma de hacer una síntesis si no delimitásemos, si no acotásemos determinados temas.



En este caso, nos interesa dimensionar por una parte su aporte a la consolidación del movimiento intelectual, a través de su intervención en grupos bien definidos, y de su diálogo con determinados actores. Por otra parte, nos interesa ver sus contribuciones al desarrollo de determinadas áreas del saber humano, como la filosofía, la historia, la crítica de literatura y de arte, a la pedagogía, etc.



Finalmente, su trabajo de promotor y en cierto modo de descubridor de la realidad histórico-cultural del Paraguay.



Precisamente, su primer aporte al conocimiento y promoción de la cultura paraguaya lo hace estando fuera del país, y sin conocerlo aún, por lo menos físicamente. Su estudio titulado El movimiento intelectual en el Paraguay, reproducido en la Revista de la Unión Iberoamericana, en 1904, se constituye en el primer estudio en Europa sobre el tema, y posiciona claramente las tendencias literarias vigentes en ese país. No se trata de un estudio extenso ni acabado, sino de unas aproximaciones, de un primer diálogo, de una primera lectura sobre el Paraguay. Pero al mismo tiempo se trata de una primera promoción cultural, siendo Viriato Cónsul del Paraguay en Madrid. Y esta lectura, sin lugar a dudas, contribuirá a que estos escritores novecentistas paraguayos tengan ya un primer retorno del mundo a su trabajo.



Una segunda contribución está relacionada con la conformación de la primera tertulia literaria del Paraguay. Siempre se ha citado a Viriato como un integrante más del grupo literario “La Colmena”. Sin embargo, el propio José Rodríguez Alcalá ya deja en claro en su obra El Paraguay en marcha, del año 1909, que fue precisamente Viriato el encargado de impulsar y articular la conformación de este grupo. Lo describe como la única persona capaz de llevar adelante la difícil tarea de armonizar y mediar ante personalidades de ideologías muchas veces divergentes y has antagónicas. Es también Viriato quien invoca la figura de Salvador Rueda, padre del modernismo peninsular, como genio tutelar de este grupo.Es clara la línea modernista que busca insuflar en el grupo, introduciendo a los primeros modernistas españoles y sus temas; es decir, a Salvador Rueda, Juan Ramón Jiménez, los hermanos Machado y Valle-Inclán. Transfiere, además, su propia experiencia en la Generación del 98, evocando esos tiempos, no sin cierta nostalgia, e inspirando a esta generación paraguaya, que muy pronto habría de dispersarse.



No es un detalle para ignorar que fue en el marco de la experiencia de “La Colmena” que por primera vez se rinde un justo homenaje a las mujeres paraguayas, en la persona de una mujer: Serafina Dávalos, y que como bien escribiera Josefina Plá no fue un vacuo gesto social o galante si no un acierto crítico, reconocimiento de valores. Esta acción fue impulsada por Viriato, quien se había declarado en varias ocasiones simpatizante de la causa feminista.



Desde su accionar en relación al movimiento literario en el Paraguay, podemos decir sin mucho miedo a equivocarnos que fue el más sólido introductor del modernismo literario y también artístico, por ser introductor de Ruskin.



Desde el punto de vista filosófico-pedagógico, se planta Viriato frente a las corrientes positivistas. Hacía ya muchos años que los representantes del krausismo habían desaparecido, y toda nuestra educación se encontraba permeada por el positivismo, gracias al doctor Cecilio Báez. Con Viriato se vuelve a hablar de metafísica en las aulas y se sale del discurso único de la filosofía positiva. Su perspectiva fuertemente humanista y su concepción krausista de la pedagogía, junto con la pedagogía viva de Ramón Indalecio Cardozo, se constituyen en el oxígeno para las nuevas generaciones, y muchos de sus discípulos y alumnos recordarán y reconocerán su gran labor pedagógica. Bien lo evidencia Rubén Bareiro Saguier cuando expresa que su vida “ha sido una permanente entrega, dedicada a la ingrata obra de modelar materia humana: ingrata por lo inaprensible de la tarea, y porque en consecuencia, la retribución –no solo material– es mínima en un mundo alienado por el símbolo fetiche de la mercancía”.[44]



Siguiendo la línea del krausismo español y de la teosofía, transmitió la importancia de lo cultural como elemento subversivo ante toda forma de totalitarismo o régimen dictatorial, porque enseña a descubrir la verdad.[45]



Un ámbito poco abordado por los estudiosos tiene que ver con el trabajo de Viriato como crítico o por lo menos como estudioso de las artes y, por supuesto, como esteta. A pesar de estar formado en Filosofía y Letras, sus conocimientos sobre estética, su gran cultura y su contacto con los núcleos y corrientes artísticas en Europa, así como su amistad con muchos artistas, le ha habilitado suficientemente para convertirse en el primer escritor sobre arte, y si se me permite, el primer crítico.



Viriato es el primero en aportar un panorama de las artes visuales en Paraguay a partir de dos estudios. El primero es un artículo titulado Pintores y escultores paraguayos y uruguayos, publicado en El Liberal en el año 1917. El segundo, y más importante, del año 1924, Estudio de conjunto sobre pintura y escultura en el Paraguay, realizado a solicitud del presidente de la Comisión de Cooperación Intelectual de la Sociedad de Naciones, Enrique Bergson.[46]No es este un simple estudio descriptivo, sino un verdadero diagnóstico de las necesidades en el ámbito de las “bellas artes”, abordando además cuestiones relativas a las carencias en materia de políticas culturales. Muchas de las situaciones enumeradas por Viriato en este estudio todavía son materia pendiente en la actualidad, como bien lo ha colocado el eminente curador y crítico de arte Ticio Escobar en su libro Una interpretación de las artes visuales en el Paraguay.



Además de este panorama de las artes visuales, en que evidencia la situación de sus instituciones, Viriato fue un militante de la cultura exigiendo a los gobernantes de turno mayor preocupación, siendo el mismo el más fuerte promotor y gestor de la apertura oficial del Museo de Bellas Artes del Paraguay.



Además de estos trabajos, Viriato se ha ocupado de manera particular de artistas como Wolf Bandurek, Juan Samudio, Miguel Acevedo, Rafael Montesinos, Magda de Pamphilis, Emilio Chauvelot, Guido Boggiani, entre otros. Escribió un interesante trabajo sobre Los impresionistas españoles.[47]Así como uno de los primeros tratados que se han escrito en habla hispana sobre la estética de John Ruskin, y que debe ser considerado de suma valía no solo por su contenido, sino también por su significación.



Además de lo que ha quedado escrito, se cuentan también, gracias a testimonios, las innumerables conferencias dictadas a pedido de las asociaciones y grupos artísticos de la épocaposterior a los años 30. Josefina Plá, que había participado de algunos de estos encuentros, comenta la experiencia en la biografía que nos ha dejado sobre Viriato.[48]



A pesar de que doña Josefina afirma que Viriato nunca teorizó sobre arte, sí lo hizo, y lo que es más notable, fue uno de los primeros en teorizar sobre el arte barroco hispano-guaraní, en un estudio-conferencia titulado El arte hispano-paraguayo misionero y guaranítico, leído en el templo de Yaguarón en julio de 1924, y que tuviera bastante repercusión en la prensa nacional. Se trata de la primera vez que estos términos se encuentran juntos y, además, es la primera vez que se profundiza sobre sus orígenes en los estilos de arte europeo y se lo definecomo un estilo artístico latinoamericano, debiendo ocupar su lugar en la historia del arte.[49]



Pero en torno a este mismo tema, consideramos de gran importancia mencionar que con la lectura de esta conferencia, Viriato da pie a una serie de acciones de protección del patrimonio cultural del Paraguay. Es la primera vez que se realiza un viaje, una suerte de peregrinación, encabezada por Viriato, y compuesta por la flor y la nata de lo intelectual y literario, para visitar el templo de Yaguarón y comprobar su estado.[50]



Ya en este descubrimiento de la existencia de un arte, que sincretiza lo autóctono y lo foráneo, se puede ver a aquel Viriato del que nos habla Roa Bastos, aquel que habría de elucidar la realidad histórico-cultural del Paraguay.



Viriato aporta asimismo una visión novedosa y en cierto sentido subversiva de la historia del Paraguay, en especial en su estudio sobre La Revolución Comunera del Paraguay. Es este un estudio casi único en su género,en el queViriato vincula la experiencia de las comunidades en España como ejemplo del verdadero espíritu ibérico y la época gloriosa en que el Paraguay se convierte en la primera experiencia democrática de América. “El Paraguay –escribe–que algún día había de describirse como naturalmente dominado por Francia y los López, fue, empero, en su era histórica antigua, altiva provincia, señalada más bien como levantisca, como foco de inextinguibles agitaciones, como teatro de incesantes y extraordinarias rebeldías, y aun cuna, como alguien afirmara, del liberalismo de América”.[51]



Transmite, Viriato, en toda su obra histórica la idea de que en España, así como en el Paraguay, la “libertad es lo antiguo, popular y autóctono y el despotismo, lo moderno, importado y oficialista”.[52]



Sin lugar a dudas, esta visión de los orígenes subversivos de nuestra nacionalidad habría de influir notablemente en muchos de los jóvenes intelectuales y escritores que rodearon a Viriato. De muchos de ellos Viriato se ocuparía con mucho entusiasmo, leyendo yhaciendo sugerencias sobre sus producciones, criticando o prologando y aportando lecturas nuevas, desde su admirablebiblioteca en su residencia de Villa Aurelia, biblioteca donde se nutrieron muchos, como Roa Bastos, Rubén Bareiro Saguier y Hérib Campos Cervera. Años después de la muerte de Viriato, Roa Bastos lo cita en su novela Yo el Supremo, obra que refleja una clara influencia de Díaz-Pérez, por sobre todo en su visión histórica.



Viriato será además el crítico de la primera novela de Gabriel Casaccia, Hombres, mujeres y fantoches. En ese escrito, publicado en el año 1930 en El Liberal, Viriato concluye con unas reflexiones y consejos que habrían de reflejar su gran preocupación en el Período Paraguayo: la premura de lo político en desmedro de la producción artística y literaria.



“Por lo demás –escribe Viriato–,le felicito, y si me permite la palabra, le animo. Es más: desearía no verle desertar ni desviarse, por lo menos definitivamente, virando –por ejemplo– hacia éxitos más lucrativos o ruidosos aunque no tan puros, como, por desgracia, hicieron tantos compatriotas de talento, de juvenilidad e idealidad, que a la primera diputación –pongamos por caso– encallaron ¡ay! desastrosamente, naufragando ‘in eternum’ en la costa deletérea, letal, nitrosa, del mar muerto al que algunos llaman política”[53]







Bibliografía




De Viriato Díaz-Pérez



 
Díaz-Pérez, Viriato. Naturaleza y evolución del lenguaje rítmico. Palma de Mallorca. 1979.


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De otros autores





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Cansinos-Asséns, Rafael. La novela de un literato, 1. Alianza Tres. Madrid. 1982.


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Cortijo, Esteban. “Masonería y Extremadura”. Edición de la Caja de Ahorros de Extremadura


y el Ateneo de Cáceres. Edición digital. Año 2008.


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Larrea López, Juan Félix. Modernismo y teosofía. Viriato Díaz-Pérez. Libertarias/Prodhufi. Madrid. 1993.


Plá, Josefina. Viriato Díaz-Pérez. Biografía. Palma de Mallorca. 1993.


Rey Velasco, Fermín y Barroso Dávila, Antonia. Nicolás Díaz y Pérez. Badajoz, 1986.


Rodríguez Alcalá, José. “El Paraguay en marcha”. Talleres El País. Asunción 1907.






[1] Larrea López,Juan Félix. “Modernismo y teosofía. Viriato Díaz-Pérez”. Libertarias. Madrid. 1993. Se trata de un investigador de temas modernistas y orientalistas. Ha abordado en sus trabajos las conexiones entre orientalismo y modernidad y los diálogos entre Oriente y Occidente, siguiendo la línea de Octavio Paz. Es uno de los principales reivindicadores españoles de Viriato en la actualidad. Ha escrito además diversos artículos sobre él, y con el apoyo y auspicio de Rodrigo Díaz-Pérez, logró en los años 90 finalizar el trabajo y plasmarlo en un libro.




[2]Celma Valero, María Pilar. “Modernismo y modernidad en la teoría rítmica de Viriato Díaz-Pérez”. Revista Tropelías. N.° 1. Págs. 81-90. 1990. Universidad de Zaragoza. Se trata de un artículo publicado por la prominente escritora y catedrática María Pilar Celma Valero, que se ha especializado en el modernismo español. Su trabajo es el único estudio profundo sobre la tesis “Naturaleza y evolución del lenguaje rítmico”, de Viriato, que es posicionado como un “manifiesto modernista”. Además de sus títulos académicos, Celma Valero ganó en el año 2000 el VIII Premio de Investigación “Rigoberta Menchú”, con su obra “Pienso luego escribo. La incorporación de la mujer al mundo del pensamiento” (2001).


[3] Se trata de la biografía del artista Julián Andrés Campos Cervera de la Herrería esposo de Josefina Plá.


[4] Díaz-Pérez, Viriato. “Viriato”. Artículo aparecido en el “Álbum iberoamericano”. N.° 3. Madrid, 1895.


[5] Cortijo, Esteban. “Masonería y Extremadura”. Edición de la Caja de Ahorros de Extremadura

y el Ateneo de Cáceres. Edición digital. Año 2008. Pág. 125.


[6] Rey Velasco, Fermín y Barroso Dávila, Antonia. “Nicolás Díaz y Pérez. Biografías Extremeñas”. Departamento de publicaciones de la Diputación Provincial de Badajoz. Badajoz. 1986. Pág 28.


[7]Cortijo.Op.Cit. Pág. 128.


[8]Plá, Josefina. “Viriato Díaz-Pérez. Biografía”. Luis Ripoll - Editor. Palma de Mallorca. 1993. Pág. 41.


[9]Cortijo.Op. Cit. Pág. 133.


[10] Araque Hontangas, Natividad y Rodríguez Guerrero, Carmen. “Cien años de enseñanza de la filosofía en el Instituto Cardenal Cisneros de Madrid (1837-1936)”. Revista Complutense de Educación. Vol. 22. N.° 1 (2011). 47-67. Pág. 52.


[11]Plá.Op. Cit. Pág. 43.


[12] Larrea López, Juan Félix. “Modernismo y teosofía”. Libertarias. Madrid. 1993. Pág. 62.


[13] Larrea López.Op. Cit. Pág. 43.


[14] Juan Gelabert y Guardiola, profesor de sánscrito y escritor del mejor manual de gramática sánscrita de la época, en 1890.


[15] Larrea López.Op. Cit. Pág. 37.


[16] Ver “A pie por la España desconocida”,obra que compila los escritos y fotos de Viriato sobre estos lugares.


[17] Larrea López.Op. Cit. Pág 81.


[18] Díaz-Pérez, Viriato. “Las piedras del Guayrá”. “Una semblanza de Viriato Díaz-Pérez”, de José Rodríguez Alcalá. Palma de Mallorca. 1973. Pág. 7.


[19] Rodríguez Alcalá, José. “El Paraguay en marcha”. Talleres El País. Asunción 1907. Pág. 370.


[20] Díaz-Pérez, Viriato. Espronceda en la “Revuehispanique. Misceláneas paraguayas”. Palma de Mallorca, 1976. Pág. 117.


[21] Díaz-Pérez, 1976. Op.Cit. Pág. 120.


[22] Calvo Buezas, José Luis. “Luces y sombras del krausismo español”. Revista El Basilisco. N.° 3, julio-agosto de 1978. Asturias. Pág. 58.


[23] Calvo Buezas.Op. Cit. Pág. 58.


[24] Calvo Buezas.Op. Cit. Pág. 59.


[25] Larrea López. Op. Cit. Pág. 133.


[26] Larrea López. Op. Cit. Pág. 365.


[27] Larrea López. Op. Cit. Pág 367.


[28] Larrea López. Op. Cit. Pág. 380.


[29] Díaz-Pérez, Viriato. “Naturaleza y evolución del lenguaje rítmico”. Palma de Mallorca. 1979.


[30]Celma Valero, María Pilar. “Modernismo y modernidad en la teoría rítmica de Viriato Díaz-Pérez”. Revista Tropelías. N.° 1. Págs. 81-90. Zaragoza 1990.


[31]Celma Valero. Op. Cit. Pág. 83.


[32] Díaz-Pérez, Viriato. “Los eróticos de la antigüedad”. Luis Ripoll - Editor. Palma de Mallorca. 1975.


[33] Díaz-Pérez, Viriato. “Literatura del Paraguay”. Vol. 1. “El movimiento intelectual en el Paraguay”. Editor - Luis Ripoll. Palma de Mallorca. 1980. Pág. 209.


[34] Díaz-Pérez, Viriato. “El álbum iberoamericano”. Segunda época. Año XIII. Tomo X.N° 3. 22 de enero de 1895. Madrid. Pág. 2.


[35] Díaz-Pérez, Viriato. “Cosas que se ven”. Periódico “El Motín”. Año XVIII. N° 36. 14 de octubre de 1899. Madrid. Pág. 2.


[36] Díaz-Pérez, Viriato. Op. Cit. 1899. Ídem.


[37] Díaz-Pérez, Viriato. “Con motivo de una obra italiana”. “El Motín”. Año XXI. N°23. 7 de junio de 1902. Pág.3.


[38] Díaz-Pérez, Viriato. “La superstición de los kilómetros cuadrados”. “Alma Española”. Año 2. N°19. 20 de marzo de 1904. Madrid. Pág. 2.


[39] Se refiere al opúsculo “Los Frailes de Filipinas”,obra realizada a partir de notas compiladas por su padre.


[40] Cansinos Asséns, Rafael. “La novela de un literato”, 1. Alianza Tres. Madrid. 1982. Págs. 42-43.


[41] Amaral, Raúl. “El novecentismo paraguayo”. Servilibro. Asunción 2006. Pág. 315.


[42] Díaz-Pérez, Viriato. “Las ideas no se matan”. Luis Ripoll - Editor. Palma de Mallorca. 1976. Pág. 24.


[43] Díaz-Pérez, Viriato. Op. Cit. 1976. Ídem.


[44] Díaz-Pérez, Viriato. “El viejo reloj de Runeberg”. Luis Ripoll - Editor. Palma de Mallorca. 1973. Pág. 8.


[45]Idem.


[46] Díaz-Pérez, Viriato. “De arte”. Luis Ripoll - Editor. Palma de Mallorca. 1982.


[47] Díaz-Pérez, Viriato. “Los impresionistas españoles”. Luis Ripoll - Editor. Palma de Mallorca. 1972.


[48]Plá.Op.Cit. Pág. 174.


[49] Díaz-Pérez, Viriato. “Las piedras del Guayrá”. Luis Ripoll -Editor. Palma de Mallorca, 1973. Pág. 69.


[50]Plá.Op.Cit. Pág. 182.


[51] Díaz-Pérez, Viriato. “Las comunidades peninsulares”, en su relación con los levantamientos “Comuneros” americanos y en especial con la “Revolución Comunera del Paraguay”. La Colmena SA. Asunción. 1930. Págs. 230-256.


[52] Díaz-Pérez, Viriato. Ensayos II – Notas (Microarchivo, III). Palma de Mallorca. 1988.


[53] Díaz-Pérez, Op.Cit. 1973. Pág. 93.